lunes, 8 de octubre de 2012

Mantis religiosa

Este fascinante bicho, también habita en nuestras tranquilas y civilizadas montañas. Tranquilas a nuestra escala, porque a la suya...
Parece ser que la coloración tendría que ver con el sustrato. Este individuo, de colores pardos, encontrado junto a la cima del cerro de San Pedro (Guadarrama) se mimetizaba muy bién con el entorno, a principios del otoño.

Guadarrama a escala 10:1.

Orden Dictyoptera. Familia Mantidae.
 
La mantis religiosa tiene un cuerpo alargado, con una cabeza grande de gran movilidad, en la que destacan sus delgadas y largas antenas y dos grandes ojos compuestos; además tienen tres ocelos centrales, por lo que su campo de visión es muy grande, contando también con la posibilidad de girar la cabeza 180 grados. Poseen alas bien desarrolladas.
Presentan coloración verdosa, grisácea o pardusca, probablemente en función del color del sustrato en el que el individuo sufrió su última muda, aunque este hecho está por confirmar.
Otra rareza es que es el único animal que tiene un solo oído, localizado en el tórax.
Su curioso nombre le viene de la posición orante de sus patas delanteras mientras se mantiene al acecho de cualquier animal que pueda ser su presa. Con un movimiento fulgurante de estas patas provistas de dos hileras de púas, la mantis atrapa a su víctima y se la lleva inmediatamente a la boca. Es muy voraz.
Las hembras son algo más grandes que los machos, y tienen un abdomen más voluminoso.
Durante la fecundación, la hembra agarra al macho por la cabeza y empieza a devorarlo. Hacia el mes de octubre, la hembra realiza la puesta, entre 200 y 300 huevos, envueltos en una ooteca formada por espuma que se endurece rápidamente al contacto con el aire. Los huevos eclosionan mediada la primavera siguiente y se dispersan. Para alcanzar el estado adulto sufrirán seis mudas.